Después de años de declive, el pan está experimentando un renacimiento. Pero se consume menos que antes, en parte porque se asocia con un producto que es demasiado calórico. ¿Es eso cierto? Un interesante artículo en el periódico ARA desmitifica la creencia generalizada de que el pan es un alimento altamente calórico y también destaca las diferencias nutricionales entre un artesano y un pan industrial.
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Según el artículo de ARA, "hay un factor que explica como ningún otro por qué comemos mucho menos pan que nuestros abuelos: la convicción de que el pan engorda. Aunque las teorías más modernas advierten que la obsesión actual con las calorías no tiene sentido, lo cierto es que cualquiera que intente controlar su peso presta atención a las calorías que come".
El artículo informa que en el mercado encontramos principalmente barras de pan que "son alrededor de 220 gramos, lo que significa que quien consume una barra al día ingiere alrededor de 600 calorías, aproximadamente el 25%, de la energía que el cuerpo necesita. ¿Eso es mucho? La respuesta es relativa porque, como reconocen cada vez más los expertos en nutrición, comer bien es no contar calorías. Y, en cualquier caso, si hablamos de calorías, está claro que el pan tiene menos que la mayoría de los alimentos".
El artículo destaca que "el pan emerge como un elemento muy recomendable: contiene almidón (lo que lo convierte en una excelente fuente de energía, especialmente para el cerebro y el sistema nervioso), fibra, proteínas de origen vegetal, vitaminas del grupo B y minerales como hierro, magnesio, potasio, yodo, zinc y calcio. Esto significa que contribuye al buen funcionamiento del cuerpo. ¿Se ve genial? Bueno, hay aún más: saciedad (si lo comemos por la noche nos despertaremos con menos apetito por la mañana) y, por otro lado, nos da muy pocas grasas. El secreto está en los carbohidratos que contiene, de absorción lenta. Hidrata ricos en fibra, esenciales para que las tripas funcionen correctamente y para contribuir a la prevención de todo tipo de enfermedades, desde la diabetes hasta el cáncer".
El artículo también analiza que no todos los panes son iguales: "La diferencia entre el pan industrial y el artesano es doble. Por un lado está la cuestión nutricional: el primero tiene menos vitaminas y minerales y más grasas y azúcares que el segundo. Por otro lado está la cuestión del gusto: el pan industrial pesa poco, no es crujiente, sólo está tierno recién hecho y luego queda una goma, o se lleva como un zapato; es insípido, seco y sin matices. El artesano, por otro lado, tiene consistencia, crujido en el exterior pero está mojado y cariñoso por dentro, tiene aroma. Acostumbrados al pan industrial, que se encuentra en los supermercados y en la mayoría de los hornos de franquicia modernos, a muchas personas les resulta difícil comer pan artesanal, entre otras cosas porque es más ácido, el resultado lógico de la fermentación lenta".
Por último, el artículo destaca que "cada vez más hornos vuelven a hacer pan artesanal y de calidad, con masa madre soud fermentada lentamente".